Cuando el señor Mouriño llegó al aeropuerto de Alvedro, en A Coruña, lo primero que hizo fue trasladarse a la cinta transportadora que minutos después empezaría a escupir los equipajes de los que le habían acompañado en el vuelo.
El rodillo dio vueltas y vueltas, los viajeros recogieron sus maletas y el señor Mouriño, con su bolsa de mano, permaneció en silencio hasta que la cinta dio su última vuelta y se paró para siempre. En la sala de la terminal coruñesa prácticamente no quedaba nadie.-¿Le pasa algo?
El señor Mouriño giró la cabeza para dirigirse a la azafata que se había interesado por él.
-Falta Willy.
-¿Perdón?
-Sí, Willy. Había facturado a mi perro Willy en Málaga. Y no está.
Fátima no sabía qué responder. Había asistido casos de maletas extraviadas, pero nunca se había encontrado con una situación semejante.
-Espere un momento. Voy a preguntar.- contestó al fin.
La azafata recorrió a prisa la distancia que separa la sala de recogida de equipajes de la oficina de AirGalicia en el aeropuerto de Alvedro.
-Señor Sánchez, hay ahí una persona que pregunta por su perro. Lo facturó en Málaga y no ha aparecido.
-Joder, joder, joder….- se limitó a responder tras bajar los pies de la mesa y antes de marcar el número de teléfono de su homólogo malacitano.
-¿Sabeis algo de un perro facturado? ¿sabeis a dónde ha ido?
-……
-¿Que lo habeis mandado a Londres? Joder, joder, joder…
Alberto Sánchez ordenó a Fátima que avisase al señor Mouriño de que su perro había sido localizado, que se marchase para casa y que ya le avisarían. Cuando Fátima abandonó la oficina, el gerente de AirGalicia en Alvedro telefoneó rápidamente al aeropuerto de Heathrow.
-Mariano… ¿qué pasa?
-…..
-Oye, os ha llegado un perro de Málaga ¿verdad?
-….
-¿Pero qué cojones me estás contando?
-….
-¿Pero cómo va a estar muerto? Joder, joder, joder…
Sánchez, totalmente pálido, colgó el teléfono y se quedó varios segundos con la mirada perdida. Volvió a cogerlo.
-Ortega. Mira, tengo un problema de cojones. Le hemos matado el perro a un señor que lo facturó en Málaga. Y aún encima se lo hemos enviado a Londres. ¿Qué leches hacemos ahora?
-….
-Yo qué sé cómo era el perro...
-…..
-No, no haré eso.
-….
-Te estoy diciendo que no.
-…..
-Sólo lo haré si me lo ordenas por escrito.
Alberto Sánchez, visiblemente alterado, llamó de nuevo a Mariano, a Londres. Le pidió que por órdenes “de arriba” le enviase un informe veterinario con una descripción exacta del perro: tamaño, raza, peso, color, sexo…. El cadáver que tenían ahí debían incinerarlo sin dejar ni rastro.
A la mañana siguiente el documento estaba ya en la oficina de AirGalicia en Alvedro. Sánchez explicó en ese momento a Fátima que debía avisar por teléfono al señor Mouriño. Tenía que comunicarle que Willy estaba en perfecto estado de salud, pero que las autoridades sanitarias de Londres habían ordenado 48 horas de cuarentena antes de que pudiese abandonar Heathrow. Mientras Fátima realizaba esa llamada, Sánchez telefoneó a la mejor clínica veterinaria de A Coruña y les pidió que de forma urgente localizasen un perro con unas características determinadas. Tenía que ser idéntico a Willy. “Pagaré lo que sea necesario”, sentenció.
Dos días después, el doble de Willy paseaba plácido por las oficinas de AirGalicia.
-Fátima, en cuanto llegue el señor Mouriño, me lo traes hasta aquí. Sé amable con él. Es muy importante.
No pasaron ni quince minutos. Por la puerta de AirGalicia entraron Fátima y el señor Mouriño, y se encontraron con Alberto Sánchez y la copia de Willy.
-¡Señor Mouriño! ¡Qué alegría verle! Me complace comunicarle que ya tenemos aquí a su perro. Ahí lo tiene, sano y salvo.
-Es usted la persona más estúpida que he visto en mi vida.
-¿Cómo dice?
-Ese perro está vivo. Y Willy murió hace cinco días. Traía su cuerpo para enterrarlo en Galicia.
-Fátima, en cuanto llegue el señor Mouriño, me lo traes hasta aquí. Sé amable con él. Es muy importante.
No pasaron ni quince minutos. Por la puerta de AirGalicia entraron Fátima y el señor Mouriño, y se encontraron con Alberto Sánchez y la copia de Willy.
-¡Señor Mouriño! ¡Qué alegría verle! Me complace comunicarle que ya tenemos aquí a su perro. Ahí lo tiene, sano y salvo.
-Es usted la persona más estúpida que he visto en mi vida.
-¿Cómo dice?
-Ese perro está vivo. Y Willy murió hace cinco días. Traía su cuerpo para enterrarlo en Galicia.
Es curioso pero conozco una historia muy similar aunque con final feliz.
ResponderEliminarUn amigo de la familia se fue de vacaciones a Alicante con su querida mascota. Al igual que en este caso la mascota no apareció en el aeropuerto de destino y su dueño tras hacer la reclamación pertinente contactó directamente con su abogado quien empezó por avisar a los medios de comunicación y la protectora de animales. Durante aquellos cuatro días el caso salió en todas las televisiones hasta que finalmente, la mascota apareció viva. El perro había estado cuatro días vagando por Barajas...
¿Quién abrió los dos candados de seguridad de su casteta de viaje?
Una historia realmente cojonuda de esas que me sacan una sonrisa. Gracias.
ResponderEliminar¡Non podo crer que iso sexa certo!
ResponderEliminarOs periodistas sodes uns exaserados, xa se sabe.
¡Manda huevos!, que diría Trillo...
Quen mo contou é o Alberto Sánchez do relato.
ResponderEliminarcon que compañía?
ResponderEliminarLo siento. No puedo desvelar ningún nombre real, ni siquiera el de la compañía.
ResponderEliminarO sr. Mouriño é un augafestas e un serio. Co bonito que tivera quedado que crese que o seu can revivira con tanta viaxe...
ResponderEliminarTremendo relato, Marcos.
Que tremendo. Lunita y yo (que se ja empeñado en subirse en mi colo mientras leo) nos hemos quedado patidifusas.
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