20 de octubre de 2010

De la fusión de las cajas gallegas

El próximo 1 de diciembre la fusión de las cajas gallegas será ya un hecho.
Aún seguirán operando las dos marcas, pero en realidad serán una única entidad con nombre todavía por determinar. El proceso ha sido largo y complejo, pero ha tenido detrás el respaldo de una parte importante de la sociedad gallega. Ese apoyo no debe ser interpretado como un cheque en blanco. No debe serlo. La nueva caja tiene por delante el gran objetivo de la solvencia, que ya no merece más comentario. Pero hay otras metas que también deben estar en su camino. Debe mejorar su transparencia. Un ejemplo: la Junta General de Accionistas del Banco Pastor, una entidad privada, es a puerta abierta; las asambleas de Caixa Galicia y Caixanova son a puerta cerrada. Debe mejorar también su democracia interna. La elección de miembros de esa asamblea, a través de un sorteo o incluso a dedo, es una fórmula anacrónica de difícil justificación. Y debe ser la auténtica herramienta financiera de Galicia, que respalde los proyectos estratégicos, a las pymes y a las familias, y que abandone ciertas aventuras de riesgo. La fusión era el objetivo, pero no la meta. Más bien todo lo contrario.

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