Había pensado escribir sobre economía. Había pensado llamar la atención sobre la desesperante coincidencia de los economistas, que aplauden reformas laborales y rebajas salariales y critican recargas fiscales para los que más tienen. Como si no hubiese otra alternativa.
Pensaba escribir sobre eso, sobre esa sensación de que Zapatero hará ahora el trabajo sucio para que el Gobierno del PP lo ejecute sin coste electoral y se deje arrastrar por la recuperación económica en una doble legislatura. Pensaba escribir eso cuando, como un reguero de pólvora, corrió la noticia de la muerte de Saramago.
José Saramago no era economista, pero hacía algo más importante: conseguía emocionar nuestra alma. Saramago no era economista pero habría encontrado las palabras exactas para romper el discurso económico dominante. Saramago no era economista pero seguramente hoy pondría a más de uno en su lugar. Este mundo en crisis no se puede permitir el lujo de perder a Saramago.
Saramago falleció prácticamente a la misma edad que mi abuelo. Y lo recuerdo como eso, como mi abuelo literario. El que en lugar de contarme los cuentos para hacerme dormir, me los escribía para que ya los leyera yo. Por eso lo que escribes lo suscribo, pero también te cuento que lo menos malo de todo esto es que se nos fue un señor que escribía sus historias y ellas siempre quedarán para los hijos de nuestros hijos. Las historias de mi abuelo, me las he quedado yo.
ResponderEliminarYo también siento que me he vuelto a quedar sin otro abuelo. Ha vuelto a suceder, la más triste de las noticias, hoy nuevamente nos quedamos sin uno de los mejores. Cada día estamos más huerfanos de humanidad, humildad, sabiduria y enorme generosidad.
ResponderEliminarMi admirado Saramago, gracias por todo.
Irenia