El ministro de Fomento, José Blanco, se enfrenta a una gran prueba de fuego. Le toca lidiar ahora con las comunidades autónomas para tratar de aplacar los ánimos ante los recortes de las inversiones de su gabinete que frenarán el avance de infraestructuras de gran trascendencia para sus territorios.
La empresa es especialmente complicada en Galicia porque Blanco es gallego y porque aquí ha empeñado su palabra de impulso sin reservas al AVE. Cualquier decisión que retrase los plazos más allá de 2015 será interpretada casi como una agresión por una sociedad harta de promesas sin realidades concretas. El Gobierno Zapatero afronta posiblemente su momento más delicado, arrinconado por la izquierda por los sindicatos y por la derecha por el PP y la patronal. La gestión de este momento marcará posiblemente las expectativas electorales de unos y otros y el futuro político de sus grandes protagonistas.
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