Decía una compañera de profesión que los periodistas aceptamos condiciones laborales y salariales inferiores a las que podemos aspirar porque lo nuestro es vocacional. Los que me conocen saben cuánto me gusta este oficio, pero quizá no tantos sepan que en mi caso no fue exactamente vocación.
Al menos no fue una vocación consciente. Si me pongo a pensar en por qué terminé en esto me viene como primera imagen el momento en el que marco como primera opción en mi solicitud de acceso a la universidad la casilla correspondiente a Xornalismo. Tenía 18 años, cursaba COU y escogí aquel cuadrado porque tenía todas las papeletas para terminar estudiando filología. Y no me veía dando clase. Nada vocacional. Pero esta explicación, que di por buena en su momento, con el tiempo descubrí que escondía algo detrás. Recuerdo que con seis o siete años, supongo, mi padre trajo a casa una pequeña grabadora que había comprado. Pronto me hice con ella. Me pasaba el día de habitación en habitación entrevistando a mi familia o simulando que era un locutor de radio que presentaba un programa. Antológico fue el especial que hice cuando murió el actor que tantas veces dio vida al personaje de Tarzán. Años después, con 13 o 14, se me ocurrió en el colegio la idea de montar un periódico: El Clarín del Liceo. La historia era de lo más rudimentaria: escribíamos a mano, pegábamos fotos y sacábamos copias que después grapábamos para poder componer los ejemplares. Costaba cada uno 25 pesetas que sólo cubrían el gasto de fotocopiadora. Aquella aventura periodística apenas duró tres o cuatro números. Padecimos en nuestras propias carnes el peso de la censura cuando algún jefe de estudios se encargó de cerrarnos el chiringuito. Pero lo más extraño del asunto es que estos dos acontecimientos no influyeron para nada el día en el que puse la cruz en aquella casilla. Los dos habían quedado guardados en un cajón de la memoria que sólo abrí tiempo después de haber terminado la carrera. En ese momento compuse el puzzle y de una forma sorprendente para mi todo empezó a cobrar sentido.
En mi caso, obedecer a la vocación me ha costado unas cuantas lágrimas...
ResponderEliminarAún así tengo esperanza y mantengo la vocación, pero a veces no puedo evitar preguntarme ¿de qué me sirven?
Te puedo asegurar que la situación de mi profesión es mucho peor que la tuya.
Felicidades por disfrutar de tu trabajo. La mezcla de pasión y vocación no es algo que abunde y muy pocos podemos sentirla cuando a trabajo se refiere...
en mi casa siempre hemos vivido rodeados de periódicos. Los que compraba mi padre y los que hacía yo. Aún tenemos guardados aquellas hojas cuadriculadas y grapadas, en las que con 4 años servidora escribía rayas y más rayas cual periodista...
ResponderEliminarPasé a escribir periódicos por los cumpleaños, inventádome las noticas, acompañadas por los cromos de La Sirenita, los mosqueteros, Caballeros del Zodíaco y jugadores de fútbol.
Luego nació el Anuario GUtiérrez, el periódico de la familia que, cuenta la tradición, se vende tras las campanadas de nochevieja.
Gracias por hacerme recordar.
Muaks!
Pois eu sempre fun, desde o principio, o que se di unha xornalista sen vocación. Coma ti, Marcos, sinalei a opción de Xornalismo porque me parecía a única de letras na que non me veía directamente dando clase sen opción de ningún tipo.
ResponderEliminarLogo, na carreira, paseino moi ben e coñecín a xente estupenda, pero os estudos e os profesores non espertaron tampouco esa vocación durmida.
Xa no último ano, empecei de becaria na radio e ai algo empezou a pasar.
Creo que sigo sen ter vocación e non creo que a teña xa nunca, pero agora mesmo non cambiaría isto por nada. E o digo moi en serio. Eu que odiaba a política, resulta que me interesa, e moito!!!
yo también tuve dudas a la hora de elegir mi primera opción, pero finalmente creo que acerté, a pesar de los pesares.
ResponderEliminarPues yo creo que sólo tengo vocación de borracho y de putero
ResponderEliminarAqui otro sin vocación profesional alguna alguna...
ResponderEliminarA la hora de elegir tiré por una carrera que me permitiría encontrar facilmente un buén trabajo...o éso creía entonces...
NUNCA me levantaré contento para ir al curro...nunca me sentiré "realizado" con mi trabajo...trabajo para tener pasta para poder hacer las cosas que me gustan...
Quizá por esta razón me gasto 15 € a la semana en la puta Primitiva...
Saludos.
Mrs. Doyle, no sé cuál es tu profesión, pero dudo mucho de que sea "mucho peor" que la de periodista. No es porque el periodismo esté mucho peor que las demás. Es porque todas, en general, están mal.
ResponderEliminarPuleemos: compagino la enseñanza con la investigación.
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