19 de agosto de 2011

De la tensión política en A Coruña

Desde que Carlos Negreira tomó posesión como alcalde de A Coruña la tensión política propia de la campaña, lejos de rebajarse, se ha mantenido. En la política era costumbre que la oposición concediese cien días de tregua al que acababa de formar gobierno. Era el tiempo que se consideraba necesario para tomar las riendas, formular ideas y poner en marcha los cambios que guiarían el mandato. Durante esos cien días era costumbre también que el discurso de los nuevos mandatarios estuviese centrado en las propuestas con las que pretendía resolver los problemas. Parece que esta buena práctica se ha perdido. El Gobierno local del PP se ha dedicado un día sí y otro también a censurar la acción del bipartito y la oposición progresista apenas ha concedido unos segundos para lanzarse ya a la crítica implacable de la acción de gobierno. Unos y otros dirán que fueron los oponentes los que rompieron ese pacto tácito que debería recuperarse. Pero en una cosa sí tienen razón PSOE y BNG: la actuación del bipartito ya ha sido examinada y sancionada, en las urnas, como se hace en democracia. El cambio en el Gobierno local ha podido generar ilusión en parte de la sociedad, aunque sólo sea por el mero hecho del cambio de caras. La ilusión es un gran combustible para la acción política. El equipo de Carlos Negreira corre el riesgo de perder el aliento social si se empeña en mirar al pasado sin afrontar los problemas del presente y el futuro.  

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