El conflicto entre los trabajadores de limpieza y recogida de basuras y la empresa Cespa se ha enquistado de tal manera que la desconvocatoria de la huelga parece a día hoy improbable.
Comité de empresa y dirección se han enzarzado en un cruce de acusaciones que lejos de apagar el fuego aviva aún más unas llamas que en cualquier momento se pueden descontrolar. La huelga es siempre una medida extrema, de la que sólo se echa mano en situaciones extremas. Y en el caso de una huelga de basuras y limpieza hablamos de una movilización que tiene un fuerte impacto en la vida cotidiana. Por delante hay diez días, diez días en los que se puede negociar, conversar, ceder, tratar de buscar puntos de encuentro. La ciudadanía no entendería que en diez días no se pudiese abrir un camino de diálogo que evitase una huelga que, se supone, no quieren ni empresa ni sindicatos.
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