Pedro dice que tiene 30 años y que se dedica a la chatarra. A quien le pregunta, le cuenta que vive en el poblado chabolista de Penamoa desde que era niño, que antes su familia habitaba en A Cubela, antes de que allí se levantase El Corte Inglés.
Podemos tratar de imaginar cómo ha sido su vida, cómo pudo haber sido si no se llegase a crear Penamoa, qué oportunidades ha tenido en el poblado, qué riesgos ha corrido, qué noches ha pasado en pleno invierno, a qué ha podido aspirar. Podemos intentar imaginarlo, pero seguramente seamos incapaces de hacernos una idea de qué puede ser eso. Lo que sí nos ronda la cabeza es que Pedro estuvo condenado desde niño a una vida marginal. Los que han puesto piedras en el camino de la erradicación del chabolismo han olvidado en demasiadas ocasiones que en Penamoa vivían, viven, niños. Seres humanos que ni de lejos han tenido las mismas oportunidades que otros y a los que aún estamos a tiempo de abrirles una puerta. El proceso no es fácil, exige mucha generosidad y posiblemente incluirá algún que otro fracaso, pero si conseguimos que algún Pedro encuentre otro camino seguramente el esfuerzo habrá merecido la pena.
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