Estaba satisfecho con la negociación. Habíamos conseguido una subida salarial de 0,5 por ciento por encima del IPC.
No pasará, sin duda, a la historia de la lucha obrera, ni mucho menos, pero nos permitía continuar con la lenta progresión de los últimos años. Al día siguiente, bajé a la cafetería que me sirve el té con leche de las nueve de la mañana. Pagué el ya habitual euro cuando el camarero me llamó la atención: "hemos subido, ahora cuesta 1,10". Esa sí que es una subida, pensé. Un diez por ciento. La próxima vez esperaré al incremento del té antes de negociar la ¿subida? salarial.
Nós xa hai anos que viñamos defendendo subas máis altas ca o IPC. Porque o exemplo que puxeches demostra claramente que dito índice está moi por debaixo da suba real do custo da vida no día a día.
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