Hace más de treinta años, el entonces responsable de Costas de Galicia llegó a la conclusión de que sólo había una solución para evitar que las olas rompiesen en tierra, en días de temporal, en Riazor y Orzán.
Esa solución pasaba por construir un dique submarino en la boca de la ensenada. Ayer, Jaime Arriandiaga explicaba de nuevo en La Ventana de A Coruña el resultado de sus investigaciones. Pero su propuesta jamás llegó a ejecutarse. Sí se construyó el paseo marítimo, convertido en diana para el oleaje cuando la naturaleza hace de las suyas. Es cierto que no todos los técnicos comparten sus conclusiones, pero aún hoy hay ingenieros de caminos que reivindican la idea para conseguir que la ola rompa más lejos y llegue debilitada al paseo. Merece la pena volver a estudiarlo. Si somos capaces de construir un puerto exterior en Punta Langosteira, es probable que la técnica pueda ofrecer soluciones, más allá de resignarse ante una balaustrada que se viene abajo. Por suerte, sólo hubo daños materiales, pero a nadie se le escapa que el incidente pudo haber sido una tragedia.
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