Aún hace dos o tres meses lo vi paseando. Nos paramos, charlamos un rato y nos dijimos adiós. Ni me podía imaginar que ese adiós sería el último, sería para siempre.
Hoy me he enterado de que el fin de semana falleció Marcelino, Marcelino Puente Bayón, mi profesor durante gran parte de la EGB. Su enseñanza trascendía lo estrictamente académico y también hablaba de valores o de deporte. Solía decir al principio de curso que teníamos la sartén por el mango, que nos dejaría manejarla, pero que si era necesario tomaría él directamente ese mango. Ahora sé que siempre estuvo en sus manos, pero que tuvo la habilidad suficiente para involucrarnos en aquello.
El ejemplo de Marcelino es el trabajo cotidiano de miles de profesores que se esfuerzan a diario para formar personas, para facilitar el aprendizaje, para ayudar a crear una ciudadanía mejor. Algo no funciona bien en una sociedad que no presta atención suficiente al profesorado y que llega a cuestionar al cuerpo de maestros. Por eso necesitamos a gente como Marcelino.
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