Suso miraba al cielo de niño y, al anochecer, no podía asimilar tanta inmensidad.
Trataba de imaginar qué misterios guardaban esas luces que en la distancia parecían pequeñas, si podía existir algo más allá. Suso descubrió después que toda esa magia se podía concentrar en un planetario, en un palacete levantado en un parque urbano. Suso fue uno de los primeros trabajadores de la Casa de las Ciencias. Su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió que ese pequeño lugar que es un planetario puede albergar el espacio infinito. Hoy, la Casa de las Ciencias cumple 25 años. Ha sido casi el primer contacto con la ciencia de miles de coruñeses; se ha convertido en un icono de la apuesta pública por la curiosidad y el conocimiento. Pero, sobre todo, ha sido el espacio que nos devuelve a la inocencia de niños que, como Suso, miran al cielo en las noches estrelladas y no pueden imaginar mayor espectáculo.
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