Termina la semana que ha estado protagonizada de nuevo por la crisis económica y las movilizaciones que preparan los funcionarios y que podrían derivar en una huelga general si la reforma laboral, como parece, dinamita algunas de las líneas rojas dibujadas por los sindicatos.
Hoy, uno de los responsables de UGT, Luis Baneira, ha dado en el clavo y ha atizado el frente más débil del decreto del Gobierno al criticar duramente la congelación de la pensiones. ¿Cómo es posible que se deje sin subida a aquellos que con su trabajo llevaron a España de la pobreza de la posguerra a la prosperidad de la democracia? Es la pregunta que hoy se ha hecho en alto y que sólo puede tener el silencio por respuesta. La rebaja de los salarios a los funcionarios puede ser comprendido por cierta parte de la sociedad, pero que no se haya encontrado otra partida para ahorrarse 1.500 millones de euros que no sean las pensiones es difícilmente aceptable. Es seguramente lo más duro del decreto y el Gobierno lo sabe. Es probable que a corto plazo sean las medidas más efectivas, pero es incomprensible que a día de hoy aún no se haya aprobado iniciativa alguna para mejorar los ingresos del Estado. Porque se comprende la necesidad de apretarse el cinturón; lo que no se entiende es que existan cinturones de anchos tan diferentes.
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