28 de julio de 2006

De la memoria histórica y la verdad

No sé si ha sido casualidad, pero en el día en el que el Consejo de Ministros ha aprobado el anteproyecto de la Ley de la Memoria histórica (que se conocerá como ley de 'extensión de derechos a los afectados por la Guerra Civil y por la dictadura') he leído, por fin, el excelente reportaje que Santiago Romero escribió en La Opinión, publicado los pasados días 16 y 17, sobre el alzamiento militar en A Coruña en 1936 y la posterior represión.
Recomiendo vivamente la lectura del texto porque, con las aportaciones de los historiadores coruñeses Luis Lamela y Emilio Grandío, arroja luz sobre un periodo del que poco sabemos los más jóvenes y porque demuestra que es posible que periodismo e historia se den la mano para mayor divulgación de unos acontecimientos concretos. Santiago Romero, quizá consciente de la previsible reacción en contra de los sectores más conservadores ante este ejercicio de búsqueda de la verdad, pone las cosas en su sitio cuando en un fragmento del reportaje dice: "Han pasado 70 años y las heridas han cicatrizado. Es el momento de devolver a quienes lo perdieron todo la justicia del recuerdo. No hay ánimo de revancha en ello, sino la conveniencia de extraer del pasado las lecciones del futuro. Elegimos como espíritu de reencuentro para una ciudad renacida las últimas palabras de un hombre que con sólo 31 años encarnaba en 1936 el futuro prometedor de la ciudad: poseedor de un banco, empresas de automoción y eléctricas -como la Electra Popular Coruñesa que acabará absorbida por la Fábrica de Gas y Electricidad de Barrié para fundar Fenosa-, pero también de una conciencia social avanzada que soñaba en aquellos convulsos años con una próspera sociedad como la que hoy tenemos. El empresario y republicano coruñés José Miñones dejó a sus familiares -con el pañuelo empapado en la sangre de su fusilamiento- una carta escrita en sus últimos momentos, tras ver como iban ejecutando a tantos que compartieron celda con él durante cuatro meses de calvario: 'Ahora me toca a mí, y me encuentro quizás más sereno que cuando vi la desgracia de los demás a mi mismo lado. Adiós, a nadie hice daño y todo se ha conjurado contra mí. ¡Dios perdone a los que han hecho tanto mal!". Romero concluye su reportaje: "La recuperación de la memoria es un paso necesario para una verdadera superación de la tragedia española que, como concluye Antony Beevor en su libro, debe conjurar de una vez por todas a la primera víctima de la Guerra Civil: 'La verdad".

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