3 de octubre de 2015

De la Política

La política no es el problema. El ejercicio de la política partidista por parte de algunos políticos es el problema. La crisis económica que arrastra España en los últimos años ha derivado en una crisis política e institucional que da buena muestra de ello. El hartazgo ciudadano con los políticos corruptos y con aquellos que sólo miran sus propios intereses convive con un creciente interés por la política con mayúsculas en amplios sectores de la sociedad. Programas televisivos de actualidad política obtienen cuotas de pantalla impensables antes de la crisis.
Hace años, cualquiera podía intentar romper con argumentos el "todos los políticos son iguales". Con el tiempo, apenas algún osado emprende semejante empresa tras constatar que la corrupción campa a sus anchas en la Administración pública y la valoración que de eso se tiene por parte de los partidos políticos únicamente depende del color del corrupto. Esa evaluación es implacable con el adversario y comprensiva con el compañero de filas.
El problema de la política reside en el cortoplacismo, en el tacticismo, en anteponer los intereses particulares o de partido sobre los generales. El problema de la política está en el ejercicio que se hace de ella hasta negarla. La política es diálogo y negociación; palabras ajenas para aquellos que se aferran al sillón porque ese sillón da un buen sueldo. 
El problema de la política es que muchos acceden a ella sin ser conscientes de que exige sacrificio y trabajo, exige pensar en los intereses generales y exige entender que es un lugar de paso; no una estación de destino. La profesionalización de la política que en otro momento pudimos defender ha tenido efectos tan perversos que se ha convertido en un problema para esta sociedad.
Lo peor de todo es que ellos, y permítanme que hable así de ellos y nosotros porque se lo han ganado a pulso, ni lo entienden ni lo quieren entender. Vivían muy felices en consejos de todo tipo en los que cobraban suculentas dietas por decir que sí.
España necesita una segunda transición. Hasta el momento, ese nuevo momento histórico debía abordar cuestiones tan trascendentes como la jefatura de Estado, los derechos de los pueblos que lo integran y la relación con la Iglesia Católica. Pero la segunda transición exige además una regeneración política y ética para echar de una vez a aquellos que con sus acciones y omisiones han denigrado tan bonita palabra: Política. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir