9 de octubre de 2007

Vivamos de corrido, sin hacer poesía

Me piden desde el blog El placer de la vida, que cuente mi primera vez; mi primera vez con Silvio Rodríguez. Creo que en este cuaderno ya he hablado en alguna ocasión del tema, pero no me importa volver a contarlo.
Tendría 16 o 17 años cuando mis oídos escucharon por primera vez la voz, la música y la palabra de Silvio Rodríguez. Pasaba unos días en Porto do Son, provincia de A Coruña, con unos primos mayores que yo. En su coche, un viejo Renault 9 de color rojo, sólo una cinta daba vueltas en el radiocassette: el 'Al final de este viaje...' de Silvio Rodríguez. La primera vez no pudo ser más frustrante. "¿Nos van a seguir dando el coñazo con esta música cada vez que nos subimos al coche?", le preguntaba a mi hermano. Pero después de la primera, llegó la segunda y después la tercera. En mi cabeza se quedaron grabados una canción, Ojalá, (no podía ser otra) y unos versos que no acertaba a entender: "vivamos de corrido, sin hacer poesía, aprendamos palabras de la vida". 
Silvio no volvió a aparecer en mi vida hasta pasados los 18, en la Universidad. Allí su presencia era mucho más constante: oía a gente hablar de él y de su música, escuchaba sus canciones en los pisos de algunos compañeros y me paraba en la calle a ver a aquel joven que sólo interpretaba sus acordes y sus versos. Silvio Rodríguez me atrapó para siempre.
De eso han pasado ya 14 años. Todavía hoy descubro mágicas canciones del cantautor más grande de todos los tiempos y, lo que es más importante, todavía hoy descubro matices nuevos, mensajes nuevos, emociones nuevas en las canciones que oí por primera vez en la cinta de aquel viejo Renault 9.
Está bien recoger el guante de recordar la primera vez con Silvio Rodríguez justo cuando se cumplen 40 años de la muerte del Che.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir