19 de octubre de 2005

Árbitros

Casi nunca hacen declaraciones, pero esta vez han decidido salir a la palestra. Los árbitros españoles han dicho que están hartos de las críticas desmedidas a su trabajo y de que se dude de su netraulidad. Y no les falta razón. Cierto es que hay árbitros que parecen francamente mediocres, al igual que hay fontaneros y periodistas, dos ejemplos escogidos al azar, que también lo son. La diferencia es que los segundos no tienen a 20 mil fulanos insultándolos cada vez que se equivocan al cambiar un grifo y a los últimos no les espera una panda de energúmenos cuando no se han atrevido a preguntar en una rueda de prensa. La hipocresía en el fútbol llega a tal extremo que todos los que de este mundo viven dicen que habría que solucionar el problema de los árbitros, cuando en el fondo sólo pretenden que todo siga como está. El arbitraje y sus polémicas son parte de un espectáculo pasional en el que los espectadores se desahogan con el insulto y los protagonistas se justifican con errores ajenos. Lo racional sería que la repetición de un vídeo decidiese lances trascendentes como un penalti dudoso o un gol fantasma. Pero no interesa. Insulta al árbitro es otro ingrediente más de un menú que todos quieren degustar.

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