
Se le atribuye la salvación de diez mil niños hutus y tutsis mientras sus padres se descuartizaban entre sí. Semejante gesta le ha valido que sea reconocida como el Ángel de Burundi. Maggy no habló de pobreza, ni de dramas, ni de tragedias. No vino a pedir compasión. Maggy habló de esperanza, con una fuerza vital que hizo el silencio en el auditorio. "Sólo soy una madre más", resumió.
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